domingo, 26 de agosto de 2007

Oído de vista


Siempre pensé que una de las cosas más horribles que podrían sucederme sería quedar ciego. Yo simplemente moriría, no podría sobrevivir si no pudiera ver, si no tuviera la facultad de observar nada y a nadie, si no me fuera posible mirar mujeres bellas, ciudades exóticas. Si tuviera mis ojos como dos ventanas oscuras, dos vidrios polarizados.

Pero luego de comentar eso con mis seres queridos en el loft de Las Gaviotas, cambié de opinión. Sí, puesto que si bien perder la visión sería espantoso, peor sería quedar sin oído; ya que si un sordo fuera eternamente, no habría cómo escuchar los miles de idiomas que hay y la world music me sería inaudible. Si mi oreja sólo fuera una conchita solitaria y abandonada en el joven más triste de la tierra me convertiría.

Y no encontraría sentido en ver cómo no cachan que no oigo.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Apagando bocas


Apago la canción que tenía y la casa está en silencio. No hay ruidos. Y yo callo, enmudezco: como no estoy hablando sino tecleando, no meto boche. Nada se oye entonces. Bueno, nada de nada, no. Pero para efectos narrativos, hagamos de cuenta que sí.

Y la música que se me viene a la mente es ambiental, atmosférica, espacial. De esas que uno pone en el equipo de la cabeza para hacer un "trip", para "get high" sin moverse del asiento o de la cama. En realidad es del escritorio, pero ello recuerda demasiado a un lugar de trabajo o una jornada laboral, y no es la idea. La idea es imaginarse unas vacaciones, un break de la ciudad histérica. Por eso, nada mejor que un sonido new age, lounge, house, downtempo, dub, trip hop o chill out de fondo. Puedes cerrar los ojos y hasta taparte las aurículas...después de todo, esto lo estás imaginando.

Eso te hará sentir la buena bulla -o el barulhinho bom: el buen barullito, como se diría en BR-, esa que te trae paz y tranquilidad, esa que se escucha al juntar los labios y que está casi (sólo casi) ausente.

PD: Entiendo que la electrónica -suave como los estilos ya mencionados o veloz como el drum and bass- no suena mal en las metrópolis (aunque se quiera quietud y armonía) ni en las zonas rurales. Así como tampoco un tema folclórico en la urbe o una pieza clásica en el campo. Es que la música se puede tocar en cualquier lado y en todo momento, sea real o ficticia, verdadera o inventada. Es sólo prenderse, sólo parar las pailas...esteeee, las antenas.

viernes, 17 de agosto de 2007

Banda sonora



Soy un coleccionista de idiomas. Los acumulo. Son mi fetiche, mi chiche. En mi "linguoteca" están grabados y respaldados algunos, como en un centro de documentación personal o en un archivo privado, aunque no se sabe el número de ellos.

El hecho es que, al escuchar una lengua, empieza una búsqueda por las distintas carpetas en donde están guardados los sonidos hasta que los encuentra. Así funciona en la calle, en las reuniones, etc. Y, a pesar de que muchas veces los reconozco al primer susurro o murmullo del interlocutor, en otros casos es un desafío, un test para tratar de identificarlos. Requiere concentración, precisa de paciencia. Cosas que aunque en la vida diaria me faltan, en los idiomas escasean menos.

Por eso, siempre cargo o subo a mi memoria -que algunos dicen que es prodigiosa, aunque da la impresión de que no cuando me tengo que aprender "de corazón" otros temas- nueva música, como para hacer una compilación lingüística.

L de Lee


Libros que recomiendo: aunque son volúmenes de generosas proporciones y onerosos precios, valen la pena, merecen el sacrificio.

Se trata, kamaradas, de "1000 families" y "Transit, around the world in 1424 days", de Uwe Ommer, un fotógrafo alemán que dio la vuelta al orbe sacándole instantáneas a las proles que veía a su blanquecino y pálido paso, para luego publicar el registro de textos e imágenes en dos imperdibles e inolvidables empastados (un álbum y un diario).

De yapa, otra sugerencia literaria: "Viajar por el mundo: un recorrido de la A a la Z" (está en inglés también), de la Lonely Planet; un súper tomo que versa sobre las curiosidades y particularidades de los países del globo.

Como bonus track, podría agregar un ejemplar de la misma editorial de guías turísticas: "The cities book", con las mejores ciudades.

Léanlos para no estar tan solos...o sólo léanlos.

miércoles, 15 de agosto de 2007

La sinfonética (o la oreja de Soro)


Probando, probando. Se escucha?

La madre solía decir que la capacidad -¿talento innato?, ¿esfuerzo autodidacta?- que veía en su hijo para reproducir, repetir, copiar o remedar los sonidos que oía por ahí provenía de su bisabuelo: don Enrique Soro, un señor nacido en Concepción y que ganó el Premio Nacional de Arte, mención Música; un hijo de italianos (bah, sardos, mejor dicho) muy pillo, muy pícaro (cómo definirle, cómo describirle) que estudió en Milán, al norte de la bota, y que fue profesor y director del Conservatorio Nacional.

Esa mamá decía que su primogénito, como herencia de su tata penquista, tenía un buen oído -aunque no dedos para el piano como él- el cual le permitía con alta fidelidad de artista o de actor representar los ritmos idiomáticos, interpretar las melodías lingüísticas.

Pero a decir verdad, no se sabe cuánto de pintoresco o de folclórico tiene ese gen musical y cuánto de biológicamente comprobable, pero el hecho es que la anécdota familiar se sigue cantando, perdonen, contando.

Quien mucho abarca...no conoce a Ziad





Cuando vivía en Brasil mi gran ambición, mi más codiciado deseo era hablar todas las lenguas del mundo.

No cada una, pero por lo menos la mayoría de ellas. Dialectos y variantes, idiolectos y sociolectos, jergas y modismos (o coloquialismos), refranes (proverbios, dichos) y expresiones idiomáticas.

Pese a ello, había una lista de unas veintitantas que eran mis favoritas entre las 6000 (aproximadamente) que existen, las preferidas por sobre las otras. De hecho, con saber unas pocas palabras en muchos idiomas, ya me sentía realizado y daba por cumplida la tarea.

Parecía que me fijaba más en la cantidad que en la calidad. No profundizaba en ninguno de ellos, sólo quería que la fonética anduviera bien. Con eso ya me conformaba. Eso saciaba mi sed incontrolable de conocer nuevos lenguajes entre grupos de amigos, conocidos, compañeros de clase, familiares, etc.

Actualmente, ya he desistido, me he rendido. Pero todo eso se lo debo a dos hechos que sucedieron hace ya unos años. El primero, haber leído -u hojeado- las varias traducciones de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, que tenía mi padre en Concón. El segundo, haber visto en Canal 13 (UC) ese programa de Viva el Lunes (digan lo que quieran) en que estuvo el políglota Ziad Fazah, un libanés nacido en Liberia que se decía era el más prolífico del mundo y a quien busqué sin éxito en su apartamento del barrio de Flamengo, Rio de Janeiro, luego de haber hablado con él por celular en "Sampa"; un hombre -para mí, un genio- que daba clases y que había publicado libros, que estaba casado y tenía su casa (es decir, residía) en la misma nación donde estudiaba yo, la de las culturas, la del mestizaje: Brasiu.

domingo, 12 de agosto de 2007

Las piedras y el río


Me cuesta hacer las cosas rápido, contra el tiempo. Me es muy difícil trabajar bajo presión, con plazos.

Y si pienso en los idiomas me doy cuenta de algo que puede ser muy decidor: no puedo hablar fluidamente una lengua (que quiere decir que las palabras enunciadas deben fluir naturalmente, de corrido, sin pausas ni cortes, como piedras en un río). Me pueden pedir que la hable sin -o con poco- acento, pero en serio, soy incapaz de no parar en cierto momento para pensar en lo que estoy diciendo y cómo lo estoy haciendo. Debe ser por esa fijación tonta de querer hablar sin fallas que me detengo para, a través de un proceso en extremo racional, analizar todo mi proceso de habla (pasado y futuro también, porque preparo lo que va con la saliva y el aliento de mi cavidad bucal). Por ello el cuidado, la atención, la cautela, la calma...por eso no me arriesgo, no me desafío...para que no salga al lote, así como así, sino que todo vaya hacia afuera calculado y medido, sólo lo que ya estoy seguro y convencido de que sé y está bien; para no encontrarme con sorpresas, imprevistos y no pasar malos ratos o hacer papelones.

Y dejemos que el torrente de mi cabeza siga su curso a su ritmo, aunque se demore por esas pesadas y grandes rocas que trae.

Sálvame del dolor


Ya que he escrito de los nicaragüenses y de los hondureños, pos cómo no iba a decir nada de los salvadoreños.

¿De cómo se expresan los guanacos qué es lo que diría un experto? Ni sé la beldá. Diré simplemente qué opino io. Es parecido al modo de hablar de sus vecinos catrachos, menos al de los nicas y bien disímil a la forma en que dicen las cosas los guatemaltecos. Porque, como ya dije anteriormente, dejando fuera el voseo, los chapines son bien distintos (más a lo mejicanote).

Pero bueh, volviendo a los truchos (¿tendrán ellos algo que ver con esta palabra que dicen los argentinos?), además de algunas diferencias en términos lexicales (de vocabulario), pues la entonación y la pronunciación son casi las mismas que las de quienes comparten frontera con ellos hacia el norte, y no tanto con los del borde este. Aparte, con menos calor, más serios deben de ser...en su manera de comunicarse.

Pero bueno, en El Salvador están Farabundo Martí y Christy Turlington (a poco no sabías que es medio salvatrucha la cherita) ¡Salve Salvador!

El affaire brasileño


No sé por qué. Hoy tengo ganas de escribir sobre lo siguiente paisanos: mi relación con la lengua portuguesa, más especificamente el portugués brasileño.

Después de haber vivido por 5 años en tierras cariocas (aunque no haya sido en la ciudad de Río de Janeiro, sino en São Paulo, el gentilicio lo uso igual) mis impresiones del estrecho vínculo que tengo con esta lengua romance son encontradas.

Y es que, como toda pareja con cierto tiempo de "romanceo", siento que a veces estamos bien; otras, no tanto. Es curioso porque un día, así de la noche a la mañana, me siento cómodo y satisfecho con mi desempeño oral, mientras que puedo despertar y levantarme en la siguiente jornada y pensar que mi acento está muy impreciso, casi incorrecto (debo decir que tengo una manía lingüística, una obsesión verbal: me gusta hablar los idiomas sin rastros de lo que los brazucas llaman "sotaque"; pasar por un nativo, mimetizarme como uno más, no parecer extranjero y borrar todo indicio de mi lengua materna).

Y lo peor es que no sé qué hacer cuando eso sucede. Es como si mi aparato fonador no quisiera poner de su parte o, peor aún, como si quisiera jugarme una mala pasada; quizás por un capricho de amor, por un antojo del corazón...o de la boca.

Quién sabe si pronto, lo antes posible, el idioma lusitano, el mismo de Camões (o debiera decir de Machado de Assis), y yo nos daremos un beso de reconciliación. ¿Con lengua?

sábado, 11 de agosto de 2007

Vientos del norte


De los hondureños, vecinos de los nicas y de los guates (que más parecen cuates al abrir la boca).
Pues que es interesante esa afición que tienen los primeros por aspirar todas las "s" de una oración. Común es que los catrachos de tomo y lomo lancen verdaderas obras maestras del lenguaje como: "¡Qué pahó, bo!", "¡clahe ´e pihín me puhe anoche!", "!pahame el hapato!" o "¡vamo´echarnos una herbeha (ya sé, la mayoría dirá bruta, pero si no el juego se jode)!".

Es probable que la falta de aire debido al montañoso territorio que recorre el país sea la causa de este fenómeno climatológico-lingüístico. ¡Y que viva David Huaho!

Lengüetazo centroamericano


Creo que mi primera entrada debiera incluir todas las particularidades fonéticas del español nicaragüense, esta hermosa variante del castellano de la madre patria hablado en el mayor país de América Central.

Por ejemplo, debiera tener lo freak que es para mí escuchar estas dos joyitas lingüísticas: lo´ohos ( los ojos, con un ligero golpe glotal en medio) o do días (pronunciando las "d" alveolares, no interdentales).

Eso de partida. Gracias a Yaoska por ser la fuente de mis experimentos con sonidos.