domingo, 12 de agosto de 2007

El affaire brasileño


No sé por qué. Hoy tengo ganas de escribir sobre lo siguiente paisanos: mi relación con la lengua portuguesa, más especificamente el portugués brasileño.

Después de haber vivido por 5 años en tierras cariocas (aunque no haya sido en la ciudad de Río de Janeiro, sino en São Paulo, el gentilicio lo uso igual) mis impresiones del estrecho vínculo que tengo con esta lengua romance son encontradas.

Y es que, como toda pareja con cierto tiempo de "romanceo", siento que a veces estamos bien; otras, no tanto. Es curioso porque un día, así de la noche a la mañana, me siento cómodo y satisfecho con mi desempeño oral, mientras que puedo despertar y levantarme en la siguiente jornada y pensar que mi acento está muy impreciso, casi incorrecto (debo decir que tengo una manía lingüística, una obsesión verbal: me gusta hablar los idiomas sin rastros de lo que los brazucas llaman "sotaque"; pasar por un nativo, mimetizarme como uno más, no parecer extranjero y borrar todo indicio de mi lengua materna).

Y lo peor es que no sé qué hacer cuando eso sucede. Es como si mi aparato fonador no quisiera poner de su parte o, peor aún, como si quisiera jugarme una mala pasada; quizás por un capricho de amor, por un antojo del corazón...o de la boca.

Quién sabe si pronto, lo antes posible, el idioma lusitano, el mismo de Camões (o debiera decir de Machado de Assis), y yo nos daremos un beso de reconciliación. ¿Con lengua?

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