domingo, 26 de agosto de 2007

Oído de vista


Siempre pensé que una de las cosas más horribles que podrían sucederme sería quedar ciego. Yo simplemente moriría, no podría sobrevivir si no pudiera ver, si no tuviera la facultad de observar nada y a nadie, si no me fuera posible mirar mujeres bellas, ciudades exóticas. Si tuviera mis ojos como dos ventanas oscuras, dos vidrios polarizados.

Pero luego de comentar eso con mis seres queridos en el loft de Las Gaviotas, cambié de opinión. Sí, puesto que si bien perder la visión sería espantoso, peor sería quedar sin oído; ya que si un sordo fuera eternamente, no habría cómo escuchar los miles de idiomas que hay y la world music me sería inaudible. Si mi oreja sólo fuera una conchita solitaria y abandonada en el joven más triste de la tierra me convertiría.

Y no encontraría sentido en ver cómo no cachan que no oigo.

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